Day: 30 abril, 2014

Cómo Cambiar Historias*

Por Francisco Solís

Estudiar conviene, y conviene mucho. Eso confirman los datos de la Encuesta Nacional de Educación, Capacitación y Empleo (2001) expuestos por Pablo Peña y Armando Chacón en su libro «Cómo Cambiar Historias»; una persona que terminó la licenciatura gana en promedio 117% más que aquellos que solo terminaron la secundaria. Y el beneficio de una mayor escolaridad no se queda en el ámbito económico, las personas con más educación tienen una mejor calidad de vida, cuidan más su salud, participan activamente en cuestiones sociales y, quizá lo más importante, tiene más posibilidades de educar mejor a sus hijos. La sociedad también gana.

Y si la educación tiene tantos beneficios, entonces, ¿por qué hay tantas personas que dejan de estudiar?

Cuando se habla de mejorar la educación inmediatamente viene a nuestra mente trabajar sobre los planes de estudio, construir más y mejores escuelas, aumentar el tiempo que los estudiantes pasan en la escuela, tener mejores maestros: todo esto se refiere a lo que Peña y Chacón llaman «Oferta Educativa». Sin embargo, poco se piensa en la contra-parte, es decir, la «Demanda Educativa»; esta es la actitud y aptitud necesaria para que los niños y adolescentes QUIERAN y PUEDAN estudiar.

Del lado de la oferta educativa casi todo depende del gobierno, poco podemos hacer que verdaderamente impacte en la vida de personas de carne y hueso. Pero en lo que respecta a la oferta educativa, existe un gran campo de oportunidad, en el cual algunas personas ya se han involucrado, y han conseguido –literalmente– cambiar historias.

Del lado de la oferta educativa, lo que impide que los estudiantes quieran y puedan estudiar, se identifican tres obstáculos: la falta de ejemplos a seguir, falta de detención de talentos y falta de financiamiento.

Las personas no nacemos con grandes aspiraciones, sino que se van formando a lo largo de nuestra vida; de ordinario, un niño que no tiene padres que estudiaron, ni familiares cercanos o alguien que sea ese ejemplo a seguir, la tiene más difícil. Estudiar, para él o ella, es algo lejano y fuera de su realidad, por ello, es muy probable que abandone sus estudios.

Cuando se sabe que se posee algo valioso se le trata de sacar provecho. En nuestro país podemos encontrar a lo largo y ancho del territorio niños con gran talento, pero ni ellos ni sus padres lo saben. Y por lo tanto, no se explota ese talento. Si los niños con talento –no tanto que sean genios, sino que sean capaces de estudiar satisfactoriamente– y sus padres supieran la condición en que se encuentran, entonces, estarían más dispuestos a sacrificar tiempo, dinero y esfuerzo para poder estudiar.

Por último, está el problema del dinero. Aunque en México la gran mayoría de niños y jóvenes asisten a escuelas gratuitas, el hecho de estudiar representa una pérdida económica. Un joven que estudia es un joven que no está trabajando, o que si lo hace, su ingreso es más bajo que el de aquel que se dedica totalmente a trabajar. A la larga le convendría más estudiar, sin embargo, para muchas familias la urgencia de un ingreso extra y el hecho de apoyar en el gasto común no puede esperar. Una beca –por muy pequeña que sea– le ayudaría a muchos jóvenes a seguir estudiando.

En estos tres campos de oportunidad: ejemplos a seguir, detección talentos y apoyo financiero, se pueden hacer muchísimas cosas. No hacen falta grandes programas, que deberían provenir del gobierno (aunque no hay que confiar mucho en que lleguen), para influir en el mejoramiento de la educación; con acciones sencillas y trabajo voluntario se puede lograr mucho: se puede cambiar una vida –aunque sea una–, y esto habrá valido la pena.

Los invito a leer el libro «Como Cambiar Historias», de la editorial del Fondo para la Cultura Económica, en él encontrarás ideas y motivos para que persona como tú y yo aportemos en la mejora educativa de México.

*Título del artículo inspirado en el libro de Pablo Peña y Armando Chacón, que lleva el mismo título.